El concepto que conocemos de inteligencia es relativamente reciente. Hablamos de ella con una naturalidad pasmosa, pero el concepto quizá no lo tengamos tan claro. El concepto de inteligencia nació apenas en el año 1900. Lo definió el Dr. Alfred Binet, y lo bautizó bajo el concepto “coeficiente intelectual”, o como le conocemos ahora, CI. Ya en 1967, se descubrió que el hombre posee distintos “tipos” de inteligencia, como la emocional, y claro, la inteligencia espiritual.
¿Qué es la inteligencia espiritual? Si la inteligencia intelectual se refiere a la capacidad de adquirir y utilizar conocimientos de forma correcta, la inteligencia emocional se refiere a la capacidad de reconocer y expresar los sentimientos propios y de los demás. En cambio, la inteligencia espiritual tiene un concepto un poco más difuso y amplio.
La inteligencia emocional cambia según el experto que la defina, y la vida de cada persona. Por ejemplo, el Dr. Danah Zohar es la capacidad de afrontar problemas de significados y valores, otros creen que es la capacidad de comprender el mundo desde un alto estado de conciencia y la capacidad de descubrir lo sagrado en las cosas cotidianas de la vida diaria.
En resumen, es el corazón de nuestro concepto de la vida y de lo que es correcto y lo que no, de lo que vale la pena y lo superfluo.
Cómo desarrollar la inteligencia emocional
Como todo tipo de inteligencia (tenemos varias), debemos cultivarla y desarrollarla. Te damos algunos consejos de cómo lograrlo.
Haz una labor espiritual
Expertos en espiritualidad y misticismo están de acuerdo en que orar, hacer labores de solidaridad, el ayuno, la hospitalidad, etc. Ayudan a desarrollar la inteligencia espiritual de las personas. Depende de la práctica religiosa de cada persona, obviamente. Incorporarla a la rutina diaria es clave, no solo hacerla de forma esporádica y errática.
Muchas personas comienzan un voluntariado, se van de misioneras o sencillamente se unen a un grupo de oración con personas de la misma edad o misma situación. Es clave que sea parte de la vida diaria, pero de forma natural y con convencimiento.
Conoce tu fe a fondo
Si es que profesas alguna religión, es clave conocer el código moral, ético y de conducta que esa fe enseña. Se da más con los católicos, pero de nada sirve decirse de una religión, sin tener idea de las bases o fundamentos clave de su religión. La religión o la fe, cuando son profesadas con conocimiento profundo, impactan de forma directa en las personas de forma permanente.
Trabaja tu inteligencia emocional
Una parte de la inteligencia emocional es tratar a los demás con el mismo mimo con el que nos cuidamos a nosotros mismos, al menos eso lo dicen las tres grandes religiones del planeta. Eso no se puede lograr si no desarrollamos primero nuestra inteligencia emocional. ¿Cómo tratar a los demás con respeto, si no hemos recibido técnicas para mejorar en ello, inicialmente?
La inteligencia emocional es base para la inteligencia espiritual, y viceversa.
Tómate tiempo en silencio
No solo las grandes religiones del mundo, sino también personas expertas en la espiritualidad, aseguran que debemos alejarnos del ruido de la rutina, de las prisas y de la infoxicación: debemos tomarnos un tiempo para meditar, pensar en la existencia propia y nuestro lugar en el mundo. Sin ello, es imposible descubrir lo sagrado y profundo de la rutina. Es lo que llaman silencio. No es literalmente hablando.
Todo ésto te ayudará a ver la vida en un sentido más profundo, con más optimismo y consciente de tus debilidades pero también de tu lugar en el mundo. Quizá la mejor forma es acudir al líder espiritual de tu religión, o a quien consideres que pueda ayudarte, si es que no practicas ninguna y/o no crees en ninguna fe teísta.